11 enero 2007

Una de vinos: de la Ribera del Duero al Valle Central de Chile

Celebrábamos una comida entre amigos. Cuatro parejas que habíamos podido desembarazarnos de los peques por unas horas.

Una mesa bien servida, una fecha muy adecuada alrededor de la Navidad, y... había que elegir el vino.

-Pues va a ser un Ribera del Duero -dijo J.
-Pues va a ser -ratifiqué yo con un pensamiento deleitoso-. A ver esa carta.
-Este, este por supuesto, un Protos crianza de 25€ -propuso J., a pesar de lo desmesurado e ilógico del precio.
-Sea -dije yo-, un día es un día.
-No, no, el otro, el cosecha, de 6€ -medió A. por llevar la contraria, como siempre.
-Pues va a ser que no. J y yo nos apuntamos al Protos bueno, además -terció J zanjando la cuestión-, pago yo.

Reímos, pero A. se emperró en pedir el de 6€ mientras nosotros ordenábamos el nuestro.
A. se pasó toda la comida alabando su miserable botella de 6€, nosotros no le hacíamos caso, e incluso le invitamos a una copa del nuestro, mientras él también nos convidó a unos tragos de su brevaje.

-Pues el mío está mejor, es más ligero al paladar -se atrevió a decir mintiendo como un bellaco.

La comida transcurrió de forma agradable, los grados soltaban las lenguas, el frío de afuera se adivinaba por el contraste con el calor de adentro. Ya casi terminada la comida, y entre el barullo ambiente, A. pidió permiso para hablar.

-Pues me parece que el vuestro estaba mucho más rico y tenía un paladar más suave, hay que reconocerlo.

Volvimos a reír y le llamamos de todo, por ejemplo mamón. Pero era natural, ya lo conocíamos.

A la salida, recorridos unos metros, J. se paró un momento a analizar la cuenta y reparó en que todas las botellas (al final fueron dos de crianza más la de cosecha) las habían cobrado a 6€. Jolgorio general, nos íbamos a ahorrar casi 50€ en una comida opípara.

Pudo más la honradez, apencamos con los 50 del ala y J. (que al final no había pagado su botella sino que compartimos todos la factura), en compañía de A., se volvió a arreglar la situación con el maître mientras yo me iba a un pub con las mujeres con la intención de apurar un Kardhu bien frío con mucho hielo y sin agua. A la vuelta nos contaron que encima el maître se había hecho de rogar cuando le propusieron que les invitara a un cubata.

Arrepentimiento general por ser tan buenos en este mundo de hienas.

La velada terminó en mi casa con un par de botellas de vino chileno. Un descubrimiento ya habitual. Despachamos un Barbecho Merlot Chile cosecha 2003 del Valle Central y un Los Chaclos de 2004, un Cabernet Sauvignon más que digno. Buen vino chileno que es ya frecuente encontrar muy barato en cadenas de distribución populares. No tienen nada que envidiar a los ásperos Riojas, aunque ambos están algo alejados de nuestros queridos Riberas, según mi gusto.

Como no soy como aquel snob pijo y semi idiota que oí una vez en la radio decir que, una vez abierta, una botella de vino hay que bebérsela entera o tirar lo que sobre por el fregadero, hoy al mediodía he apurado las últimas gotas del Los Chaclos y la memoria me ha hecho recrear esta historia.

Salud (¡hip!).

1 comentario:

rdv dijo...

Lo que daria yo por un Pesquera del 75,si es que queda alguna botella, este vino de las bodegas de Alejandro Fernandez en Pesquera de Duero asombró a medio mundo, claro que ¿cuantos lo cataron?.