25 febrero 2007

Encuentro


Tenía todas las tormentas del mundo encerradas en unos ojos grises como puños. Tenía todos los vientos cálidos de la creación del planeta en su aliento.

Ha esperado en esa tarde como nunca. Se sentó, sola, como siempre, en la terraza. Camareros de mandil blanco danzaban sus danzas de veladores como bailarinas o incluso como aquellos
hipopótamos vestidos de bailarinas en la película Fantasía que vio otra tarde junto a él.

Pasan los minutos y al fin una camarera se acerca. Pide lo de siempre, un café con un chorrito de coñac y mucho azúcar, tostado y de caña si puede ser, que nunca puede ser, y ante tanta insistencia por el azúcar de caña día tras día, tarde tras tarde, el personal del restaurante hace como que no la oye o a lo mejor es que de verdad no la escucha. Y se apura el café, y enrolla el blanco sobrecito de azúcar blanco mientras multitud de granitos de nieve dura, fina, cristalina y dulce se derraman sobre su falda y su zapato. Y sigue esperando.

Otra tarde de otoño en la que él no se presenta ante su vida de otoño. Al fondo del jardín una puerta se abre. Aparece, es al fin él, o lo parece, pero aparta esa imagen equívoca con otra sonrisa de desengaño. Es inútil, la imagen se acerca y se asoma grande e imponente al velador que ella ocupa en el mismo sitio cada tarde desde hace tanto, esperando la cita que quedó en soliloquio. Al fin él habla, se disculpa como si sólo hiciese un rato que se retrasa. Pide un helado de vainilla, fuma un cigarrillo, hablan como para sí mismos evitando encontrarse en el medio camino de sus miradas. Ella hace rato que terminó su café, él apura la última cucharada de ese helado interminable y a la vez tan fugaz. Él se levanta y le coge la mano, se la besa, incluso a ella le parece que una lágrima roza su piel, y arroja la colilla del cigarro observando distraído la punta incandescente. Se despide y se va y ella no le dedica ni un solo vistazo, porque sabe que es la última vez y porque no sabe si es verdad que él ha vuelto como los helados de vainilla retornan con cada verano. De soslayo lo ve desaparecer dejando entreabierta la puerta del jardín.

Poco después ella pide la cuenta, el camarero le extiende la nota, el café solo y sólo un café que pagar, como cada tarde. Ella protesta, debe de haber una confusión, deben cobrarle también un helado. Se ofende, casi grita. Para acallar el revuelo deciden cobrarle un helado que nadie tomó. Se levanta, digna, y evita mirar la puerta aún entreabierta, avanza unos pasos. Pisa con sus delicados zapatos de verano una colilla aún caliente.


©Alberto Díaz-Villaseñor Cabrera, diciembre 2005

8 comentarios:

Bermauntier dijo...

Maldita soledad. Aún no sé como poder aplaudir bloggeramente, pero ya aprenderé, sin duda.
Enhorabuena por tu post que me ha encantado.

rdv dijo...

"Y luego llegará la noche y el vacio se agrandará".
Lo bueno de tu historia es que "ella" ha sabido combatir la soledad y es que el mejor antidoto para hacerlo es aceptar que nunca nos va a abandonar del todo y que debemos aprender no solo a convivir con ella, sino saber que podemos modificarla.

Unknown dijo...

Un abrazo desde Honduras de otro confeso revertiano.

Martín Carmona dijo...

Soledad, inundas el alma de cada uno hasta que poco a poco te drenan sin piedad; soledad que dura eres cuando como una tromba de agua vuelves el recipiente a llenar.

Yo como no soy tan "técnico" esribiendo y analizando; tan solo me cabe decir sobre el texto lo siguiente: "Bonito Chascarrillo"

Revertiano dijo...

Muchas gracias por los comentarios. la verdad es que últimamente el personal está muy generoso.
Para Guillermo Anderson.- He visitado tu blog y me gusta, las fotos son preciosas y los textos se entienden muy bien para los que "chapurreamos" el inglés. haz una cosa, envíame una o dos de tus canciones y las pongo en el blog. Mándamelas a adiazvc@yahoo.es
Un saludo a todos.

Éboli dijo...

Simple y grandiosamente, genial compañero. ¿Esto lo haces para que te pidamos por fi que publiques? Vaaaaaaaaaaaale, veeeeeeeeeeeeeenga, publica ya, coño!!! (se me permite el palabro, que soy mala)

Anónimo dijo...

Le pondría 'Penélope' de Serrat de fondo... Imaginé este cuento como la continuación de aquella canción ;)

Anónimo dijo...

Magnífica observación, Api.