22 febrero 2007

Romance de la disputa por el río Guadalquivir entre el cristiano Rey extremeño y el Rey moro andalusí


Llega el Rey de Extremadura
a la linde de su Reyno,
que si bien ha homes grandes
de tierra es más bien pequeño.
Ybarra lleva por nome
y arrugado trae el ceño
desque su primo el Rey moro
quitalle quiere, de en medio,
parte de un río caudaloso,
río grande que de empeño
ambos comparten sus aguas
aunque unos más y otros menos.

Vense el Rey de Extremadura,
el Rey moro y testaferros
en la linde dese río,
en la linde de sus Reynos.
Ya le tira del kaftán,
de la chilaba y los belfos
el Rey Ybarra con furia
al moro Rey, cuyo sueño
es que el Guadalquivir
lo tenga a él sólo por dueño.

“Daca el tal pergamino
(le dice el Rey extremeño),
ese que nadie en tu Reyno
ha querido refrendar
haciéndote a ti un gran feo.
Pergamino es diabólico
pues viene del mismo infierno
y que pretende con saña
quitar a los extremeños
el río Guadalquivir
que es de los dos, o te muero”.

Habla el rey moro despacio
pues mal habla el extremeño.
Su lengua suele enredarse,
el su testuz no es pequeño
que a veces se le compara,
por herille y dalle fuego,
con barcelonés escudo:
así es la su testa y su ceño.

“Mira, Ybarra el Extremeño,
poco importa que mis moros
voten poco, mucho o menos,
pero aqueste pergamino,
este pergamino estrecho
lo dice muy a las claras
que el Guadalquivir es nuestro.
¿Qué tienes tú que regar
sino tierras en barbecho,
pocos terrones sin hierba,
parcelas y campos resecos?”

“Te equivocas, Rey Manolo
(que tal nome era el nome,
del cabezón Rey moreno),
¿que qué es lo que tengo, dices,
que regar en el mi Reyno?
Pues que sepas, Rey maligno,
penco, que de todo tengo,
tengo encinas a raudales,
castaños y tomateros,
y en el Valle de mi Jerte
hasta unos blancos almendros,
así que daca ya el agua,
de este río que es muy nuestro
o, como te pongas tonto,
se lo cuento a Zapatero.

Y la crónica asegura
que el Rey moro le hizo un quiebro
pues si poco miedo entraba
con aquel tosco extremeño,
menos todavía le daba
el bellaco Zapatero,
amigo de los infieles,
besaculos de los fieros
asesinos que acaricia
con sus palabras y hechos.

¿Y al Guadalquivir, señores?
¿Qué le pasó? ¿Se hizo seco?
No por tal, sino que siempre
corre raudo, corre bello
y así seguirá por siglos
corriendo en los venideros.

Como hacer deben los ríos,
dando a beber al sediento.

1 comentario:

rdv dijo...

"Como las disputas y el sexo no se combinaban bien, renunciaron al sexo".